martes, 30 de septiembre de 2008

La cultura del esfuerzo. Tomás Abraham

"LOS ADULTOS DE MI GENERACIÓN HAN DIAGRAMADO UNA ESTAFA EDUCATIVA EN NOMBRE DE LA SOLIDARIDAD Y LA JUSTICIA", AFIRMA EL AUTOR.

Un grupo de estudiantes de los últimos años de la secundaria con dos profesores de historia y filosofía vinieron a verme para hablar sobre el tema de la violencia. En la misma semana he recorrido varias comisiones de mi cátedra del Ciclo Básico Común, lo que me ha permitido conversar con estudiantes de veinte años.
Los estudiantes secundarios provenían de varios colegios públicos de la provincia de Buenos Aires. El problema de la violencia no les preocupaba. En realidad, creo que la consigna de sus profesores era que debían mostrarse preocupados. Hicieron lo posible para demostrármelo y no les salió mal. Pero en lugar de seguir con sus temas de preocupación, que más parecían derivarse de la agenda mediática instalada cada semana que de sus vivencias personales, decidí replicarles con lo que me preocupaba a mí en relación con ellos.

Esta inquietud la transmití luego en mis charlas en la UBA. Con respecto a la violencia les dije que nadie puede creer que hay un genoma argentino que determine conductas violentas. La violencia social deriva de la situación de exclusión social y marginación en la que viven cientos de miles de jóvenes. La cifra se publica cada tanto en la prensa argentina y da cuenta de la situación fuera del sistema escolar y laboral en la que se encuentra una parte sustancial de nuestra juventud.

Es posible que los juegos de video game y las imágenes bélicas que les llegan a los adolescentes y jóvenes también los alimenten con una cuota de agresividad que pueda manifestarse en conductas de violencia; sin embargo, la proyección de una serie de imágenes es débil cuando hay otras estructuras de contención sólidas y activas.

Querían hablarme de las tribus urbanas y respondí que no me interesaban. No me parecían ni mal ni bien, simplemente no aportaban nada a la vida. Ropas, idolatría musical, estados de ánimo prefabricados no me parecían mejor indicador de identidades que ser de Nueva Chicago o de San Lorenzo. De todos modos, ellos no pertenecían a ninguna de estas tribus. Les pregunté si recordaban alguna vez en sus más de diez años de escolarización si habían llegado a la noche, antes de acostarse, cansados de haber estudiado durante el día. Si tenían en mente haber estado cinco horas en silencio delante de un libro de estudio.

No tenían esa experiencia.

Quisieron saber cómo los veía, a ellos, a los adolescentes, les dije que a la intemperie. Los profesores me preguntaron si la escuela era generadora de violencia. Les pedí que no me hicieran ese tipo de preguntas. La escuela es generadora de conocimientos y una usina de aprendizaje, en todo sentido, para saber escribir, leer, y un lugar de encuentros y relaciones sociales.

Los profesores me preguntaron si existía una violencia legítima como respuesta a otra violencia. Nuevamente les pedí que fueran claros y se dejaran de ambigüedades y excusas. Hay que condenar a la violencia y no pensar con coartadas nacidas de un sentimiento de culpa de clase tan extendido en nuestra burguesía progresista. Nadie debe dejarse atacar físicamente y cualquiera intentará defenderse, no se trataba de eso, sino de terminar con la continua búsqueda de motivos que justifiquen actos de los que después son los primeros en lamentarse.

Vivimos en una sociedad de engaño. Los adultos de mi generación han diagramado una estafa educativa en nombre de la solidaridad, de la justicia, y de otras banderas civilizatorias que han convertido en trapos.

No se prepara a los jóvenes aún insertos en el dispositivo educativo para el mundo en el que han de vivir. Los adolescentes no tienen la menor idea de que en la escuela pública, en el colegio, y en la facultad, trabajan. Es un lugar de trabajo. Y lo es a pesar de que no pagan ni cobran dinero. Pero esa gratuidad no debe ser un ocultamiento de que la función de la institución en la que están tiene por objetivo principal prepararlos para ofrecer un servicio a la sociedad que a su vez les permitirá llevar adelante sus vidas y realizar sus deseos. Nada les garantizará que lo logren, pero sin los recursos del conocimiento y la laboriosidad que exige obtenerlos, de un día para otro estarán en la calle sin un techo asegurado y sin ingresos que les permitan autonomía, y sin una cabeza que pueda soportar disciplina y rutina. No todo es creatividad, y menos la espontánea. Hemos, los de mi generación, inculcado a los jóvenes que estudiar no sirve porque los títulos ya no garantizan un buen nivel de vida. Nos regocijamos en anunciar la muerte del sueño de la antigua clase media. Y estos anuncios lo hacen y repiten representantes ilustrados que tienen bien exhibidos sus diplomas.

Se han bajado los niveles de exigencia por razones de solidaridad con los estudiantes de menos recursos, lo que en realidad es una forma de humillarlos. Utopías de la mentira les ocultan que vivimos en un mundo competitivo, muchas veces cruel, y que probablemente para un lugar disponible se presenten diez candidatos.
Los hemos debilitado para no incomodarnos y estamos siempre dispuestos a declamar pseudo principios que al menos nos reconfortan de nuestros fracasos. No tenemos otra política educativa que la de la mezquindad.

Los pibes efectivamente están en la intemperie. Adultos resentidos les adosan violencia, pacos, superficialidad, ignorancia, vagancia, para así sentirse superiores y eternos. De los pibes hay que ocuparse, lo deben hacer las madres, padres, maestros, profesores. Ocuparse es darles nuestro tiempo y lo mejor de nosotros mismos.

Padres demagogos creen que dedicarse a ellos es formar parte del griterío por sus derechos y de lo que se les adeuda, en lugar de hablar con ellos sobre qué deben dar y de la responsabilidad que tienen por recibir educación gratuita.

Vivimos en una sociedad resignada. Todos parecemos estar de acuerdo en que no hay solución para ninguno de nuestros problemas. El ministro de transportes de la Ciudad de Buenos Aires dice que no hay solución para el caos vehicular. Se repite que no hay solución para la deserción escolar y los niveles de enseñanza. No hay solución para los millones de indigentes. Sí hay retórica, proclamas, que los mismos que las anuncian lo hacen para defender sus propios intereses, para figurar como biempensantes y trepar un peldaño más en la escalera del poder.
Nadie quiere ser tremendista. Mejor es mentir. O, lo que es lo mismo, poner cara de periodista agrio e indignado y retar a Dios y María Santísima.

A nadie le importa que los estudiantes ocupen facultades, pueden hacerlo meses. Los docentes de la escuela pública pueden hacer huelga tras huelga. Se ha diagramado un sistema educativo en el que las instituciones privadas con el treinta por ciento del aparato educativo general ofrecen lo suficiente para los requerimientos de nuestro desarrollo económico. No es un plan explícito, sí es implícito, basta dejar de hacer y permitir que todo siga como está.

Soluciones, claro, todo el mundo quiere soluciones. Lamento decir que no creo en ese pedido, no se quieren soluciones. Los cambios tienen un costo, no rinden beneficios por un tiempo, siempre se pierde algo.

¿Si quien aquí escribe tiene soluciones? Tengo un mensaje, se los digo hace veinticinco años de actividad docente a los jóvenes, y a mis colegas: trabajemos, estudiemos, aprendamos, investiguemos, hagamos nuestra tarea.

Por Tomas Abraham
Fuente: Perfil
Más información. www.perfil.com

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Acerca de la posmodernidad IV

La posmodernidad me permite ser y mostrarme superficial, egoísta, mezquina, egocéntrica, fetichista, irresponsable, masificada, materialista, ecléctica, irónica, burlona, vacía, sin sentido, artificial y rota.
Gracias a los conceptos que me ha enseñado la filosofía acerca de la posmodernidad, puedo comprender al mundo como un lugar cómodo, fácilmente bello y en el que me puedo mover como una alegre hada.
La superficialidad y la falta de compromiso político, me muestra la vida como un juego donde no hay tradiciones ni ideales, sino modas y dioses. El posmodernismo me da libertad sin consecuencias, un lugar en el mundo sin correspondencia con los demás, una historia humana para citar pero no para asimilar.
No necesito pensar, no debo pensar, ni razonar, me basta construir e imaginar un mundo de ficción y creer que todo es posible. Todo aquello que sea perfectamente observable, fino y vacío de contenido pero visualmente rico me va a ser útil a la hora de soñar un mundo y un futuro elegante vendible y superficialmente perdido.
No tengo que ser un actor político, mi acción ciudadana se basa en la diaria observación de mi pulcritud, mi pomposidad y mi popularidad; una mezcla de muchos estilos, el arte ya no es drama y los liberales ganarán la guerra contra el anarquista creativo.
La posmodernidad me permite ser careta.

Romina Tellini 2ª8ª TT
Comunicación Arte y Diseño

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Acerca de la posmodernidad III

La posmodernidad me permite ...

La posmodernidad me permite responder las cuatro preguntas filosóficas fundamentales enunciadas por Kant a saber:

Lo que puedo saber está relacionado con los enunciados considerados con verdaderos en cada época ya que el sujeto es una construcción social según la concepción de moderna.

Aquello que debo hacer es lograr que la vida sea como una obra de arte, es decir, que cada día sea diferente a otra para terminar con la rutina que impone el sistema capitalista en el cual estamos inmersos.

Lo que puedo esperar es que a través de esta nueva concepción del saber y a través de las actitudes humanas las “anormalidades del sistema capitalista” no sean sólo subsanadas con el hospital o la cárcel sino que sirva para un mejor desarrollo social y la futura implantación de otro sistema que no implique limitación de imaginación y creatividad y libertad creadora del sujeto y su relación con el otro (“YO-TU”)para que no se vuelva rutinario(“YO-ELLO”) finalmente, no permita considerar al hombre como el resultado de una construcción social. El sujeto siempre es el producto de intereses o relaciones de poder de aquellos sectores que se encuentran beneficiados con dichas relaciones de poder, por lo tanto, la construcción de dicho concepto de sujeto no es muy transparente pues se halla sesgado por dichas relaciones.

Paola Raso
2º8º TT
Comunicación Arte y Diseño

sábado, 13 de septiembre de 2008

Acerca de la posmodernidad II

Una crítica posmoderna se hace gracias a la opinión que cada uno tiene.
Política y económicamente, uno puede ser posmoderno por estar en el punto final de la historia ideológica de la humanidad y en la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano, en el que ya no existe la lucha ideológica, sino tan sólo cálculos económicos, los problemas técnicos, las preocupaciones por el ambiente y la satisfacción de las demandas de los consumidores.
Por lo tanto, política y económicamente, podríamos decir, que, somos un país o hablando generalmente, un mundo consumista e individualista; ya que sólo nos importamos en nosotros mismos y en nuestro bienestar; aunque se lucha por otras cosas, como ya he dicho, por el ambiente. Ahora las ideas, no se defienden, ni se muestran, ya que a nadie le interesa.
Estéticamente, hoy en día la mujer tiene la tendencia a vestirse o a verse a la “moda”. La moda es un determinado período que se establece y que hace que la gente consuma para verse “bien”. Siempre surgen cosas nuevas, así que esta no se extinguirá. Podría decir que la moda es un síndrome consumista. Hay gente que no se deja influenciar, ya que cree que la moda es un gasto innecesario, y yo creo que lo es.
Históricamente, han habido muchos cambios que se relacionan con lo socio-cultural debido a la aparición del consumo; la interconexión de un continente al otro; el surgimiento de grupos sociales como los adolescentes y los jóvenes, quienes han tomado gran control en la sociedad; las sexualidades alternativas como la homosexualidad y el lesbianismo; las familias modernas, que son aquellas que ofrecen más libertad a sus hijos; lucha de clases sociales, digamos para poder progresar económica y socialmente.
Éticamente, muchos valores se han perdido a lo largo de la posmodernidad como la solidaridad y la valorización.
Yo creo que aunque no se quisiera, todos tenemos algo posmoderno, principalmente a la hora de consumir y juzgar. Uno consume y no piensa en haber gastado mucho, pero a veces ese gasto se hace cada vez más grande y deriva en problemas.
Todos juzgamos, está mal, es un rasgo grotesco del posmoderno, pero ya lo hemos introducido y costará sacarlo de nosotros.

Florencia Ramos
2º 4º TM Cs Naturales

martes, 9 de septiembre de 2008

Acerca de la posmodernidad

¿Soy posmoderna?

Yo creo que en algún punto todos somos posmodernos.
Por ejemplo hoy en día la gente es calificada como joven o vieja, adolescente y adulto, y aunque quizás, en otro tiempo también fue así, hoy en día es mucho más notable que en ese entonces. También lo posmoderno se refleja en la sexualidad, hoy en día uno puede elegir y decir públicamente la clase de sexualidad adoptada, cosa que en otros tiempos no era muy bien vista. Si uno se fija también en la constitución de la familia hoy es muy común ver a una madre o padre soltera/o, o parejas de homosexuales que deciden adoptar hijos, y no es tan necesario estar casados para vivir juntos.
Con respecto a la moda, el ser humano es muy posmoderno, ya que se preocupa demasiado por verse a la moda y eso se debe también a las diferencias que los jovenes y adolescentes, y en algunos casos adultos, hacen con respecto a las clases sociales. Con este tema los chicos cambian mucho sus personalidades, porque al querer "pertenecer" a un cierto grupo social se olvidan de quienes realmente son.
Se perdieron muchas costumbres familiares debido al posmodernismo y a la inseguridad también. Hoy en día no es seguro ir a una plaza o salir a caminar por el miedo a que nos roben y eso se debe a un cambio en la política y en la economía también. Nadie se preocupa porque todos tengan trabajo o que el bien sea colectivo, lamentablemente ese tiempo quedó en el pasado junto con muchas cosas que ya casi nadie recuerda. Hoy todo es muy individualista.
Luego de todo esto me di cuenta de que yo también soy posmoderna en algunos aspectos. Yo no pienso de la misma forma que piensan mis abuelos, yo no uso la misma ropa que mis abuelos. Todo cambió y nada va a volver a ser como antes porque la posmodernidad y todas sus tecnologías extranjeras y avances de toda clase, nos han consumido, y nosotros a ellas.
Y esta es mi opinión sobre el posmodernismo.


Daiana A. Saiet
E.E.M. N°2 "Francisco Ramirez"
2°4°
Turno Mañana
Ciencias Naturales