miércoles, 5 de noviembre de 2008

Sobre la cultura del esfuerzo de Tomás Abraham

Opinamos que el sistema educativo debería ocuparse de buscar las formas y los métodos para llevar adelante un proceso por el cual pueda introducirse a las generaciones jóvenes en la cultura en sentido amplio. Esta cultura es la que se corresponde con un ámbito de vida y con un momento determinado de su existencia. Esta cultura comprende no sólo los aspectos literario, artístico o científico sino que también abarca las costumbres, ideas, creencias religiosas o no, formas y hábitos de vida, ideales y en general, todo aquello que lo vincula con la comunidad a la cual pertenece.

Dentro del sistema educativo, el hecho educativo es el proceso por el cual se trata de provocar en el joven el desarrollo de sus actividades físicas y psicológicas con el propósito de que pueda alcanzar sus propias metas. Para que el educando alcance estos fines, la educación se vale de distintos medios como la filosofía, la ciencia, la historia, etc, siendo la reflexión ética uno de ellos.

La ética se refiere a los hábitos y costumbres de una comunidad y su vinculación con las normas y principios que la rigen. Aristóteles llama “virtudes éticas” a aquellos que provienen de los buenos de los buenos hábitos. Las virtudes éticas son las que establecen el justo medio entre un exceso y un defecto. Tomás Abraham en su artículo “La cultura del esfuerzo” nos expone crudamente y para nuestro criterio acertadamente, el rol equivocado que ha ejercido durante muchos años y sigue ejerciendo el sistema educativo en nuestro país. Es cierto, no se prepara a los jóvenes para desarrollarse digna y acertadamente en el mundo que les tocará vivir. No han inculcado en los jóvenes la idea de que el estudio, el aprendizaje en todos sus niveles es un trabajo que debe ser realizado con responsabilidad y ello les permitirá prepararse para ser útiles a la sociedad permitiéndoles llevar a buen fin sus vidas y sus deseos.

Los adultos en general –padres-, docentes, etc, no han inculcado adecuadamente la necesidad de obtener conocimiento, y el esfuerzo y trabajo que significa lograrlo.

Pensamos que la educación debe servir para nivelar hacia arriba y no en sentido contrario.

En la actualidad es cierto, como dice Abraham, que se han bajado los niveles de exigencia tratando de igualar a todos con los estudiantes de menores recursos cuando en nuestra opinión debería ser al revés, elevemos la situación socioeconómica de los rezagados socialmente y juntos avancemos por un nivel mejor.

Es como si la comunidad educativa actual, que integramos todos, se hubiera resignado.

Nos mentimos a nosotros mismos y, lo que es peor, permitimos que nos mientan.

Como jóvenes no nos gusta que no hagan ver ciertas realidades, que no hablen de nuestras falencias como estudiantes; que nos hagan palpar nuestra holgazanería, pero al mismo tiempo nos damos cuenta que muchas veces los adultos nos mienten, suenan con una retórica llena de hipocresía, consideran que eso es mejor. Cuántas veces los padres, incapaces de poner límites, se unen a sus hijos y forman parte de marchas y cortes de calles por los derechos de sus hijos sin ocuparse en brindarles su tiempo; en conversar sin imponer sino convencer acerca de lo inadecuado de ciertos actos y conductas que los jóvenes creemos defender con razón.

Creemos que es necesario un cambio, profundo, sincero, en todos los ámbitos y niveles pero como dice Abraham, teniendo en cuenta que ese cambio requiere un costo y por mucho tiempo el beneficio no se verá, pero mientras tanto “hagamos nuestra tarea”, trabajemos más y mejor siendo el estudio el trabajo de los jóvenes y teniendo la escuela como generadora de conocimientos.

Para nuestro entender, vivir éticamente es saber cómo actuar y desempeñarse adecuadamente en la sociedad en que vivimos y al mismo tiempo saber qué espero de los demás y qué esperan los demás de mí como joven integrante de la comunidad. El sistema educativo vigente ¿está éticamente capacitado para preparar a los jóvenes para servir en el futuro a la sociedad?. ¡Humildemente creemos que no!.

Nadie nos dice la verdad, sólo escuchamos declamaciones de principios y planes nunca puestos en práctica pero nadie nos asegura que estamos en el camino correcto. No nos dan ejemplos desde arriba que como jóvenes esperamos y necesitamos, pero al mismo tiempo aquellos que de ética y moral se llenan la boca levantan el dedo acusador para juzgarnos.

Con respecto a la violencia, Abraham dice que es un derivado de la exclusión social y marginación en qué viven miles de jóvenes. En este punto observamos un paralelismo con la ética pragmática sustentada por Maquiavelo en su obra “El Príncipe”. Este filósofo italiano dice que la naturaleza ha creado a los hombres de tal manera que puedan desear tener todo pero no conseguirlo. Debido a éste hecho, hay hombres que viven deseando tener lo que otros han obtenido pero a su vez éstos viven luchando y temerosos de perder lo que poseen. Estas desigualdades, dice Maquiavelo, dan origen a enemistades y guerras, o traducido a las vivencias actuales en nuestro país, originan violencia social entre aquellos rezagados en la escala social y que buscan subir en la misma pero no cuentan con el soporte educativo indispensable que los apoye, entre otras cosas, y pos eso recurren al delito. Y esto no significa que se deba legitimar la violencia de los que menos tienen como respuesta a otras formas de violencia que la sociedad les presenta.

Ellos, los marginados, no poseen los recursos del conocimiento y no han sido preparados para obtenerlo y poder lograr así su autonomía en la vida.

Como dice Maquiavelo, “el hombre no es malo ni bueno, y las virtudes se configuran según la situación”. Para lograr la vida armónica es necesario reorganizar el estado de modo tal de lograr la convivencia, frenar la ambición del ser humano y lograr el equilibrio para que el hombre no deba salir a pelear por culpa de ella.-


Tejeda, Laila
Dos Martires, Mailen
González, Alan
Mansilla, Daiana

2º 4º TM Cs. Naturales

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